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Un fenómeno político llamado Daniel Ortega

Daniel Ortega ha acumulado experiencia política desde su adolescencia, desde su incursión en organizaciones que luchaban para derrotar a la dictadura somocista en la década de los años 60-70, pasando por la guerrilla, la cárcel, el triunfo de la Revolución, coordinando una junta de gobierno, lidiando con el asedio constante de los distintos gobernantes estadounidenses, a una guerra impuesta por los mismos Estados Unidos, sometido a presiones, chantajes, dirigiendo desde la oposición a un Frente Sandinista que buscaba como reacomodarse tras la derrota del 90, en fin, un capital político quizá nunca amasado por dirigente alguno en la historia moderna de Nicaragua.

En este contexto, y tras 14 años de haber retomado el poder y gobernar para las grandes mayorías, ha surgido una oposición o elementos disfrazados de opositores que intentaron hace tres años con financiamiento externo, millonario por supuesto según se ha divulgado, asestar un golpe de Estado para botar al gobierno revolucionario.

Sin embargo se equivocaron quienes creyeron que Daniel se correría como se dice en buen nicaragüense “al ruido de los caites”. Se equivocaron de manera aplastante porque no conocen a Ortega y porque no conocen al FSLN. El líder sandinista vio el desarrollo de los acontecimientos con frialdad estratégica para articular un plan y desenmascarar a los golpistas, incluyendo a la élite de la iglesia católica, que se había puesto al frente de las demandas, no del pueblo, sino de ese grupito que apostó por derramar sangre, por las revueltas para romper el orden constitucional.

Como dicen algunos Daniel Ortega juega “en grandes ligas” , acostumbrado a los vaivenes de la política no solamente doméstica, sino también en el escenario internacional. Pero esta forma de hacer política no es de la noche a la mañana, se requieren muchos años de experiencia y esa pericia la maneja con maestría el dirigente sandinista.

Las desgracias de la oposición se las endilgan a Ortega, sin embargo ese sector no ve más allá de sus narices, no tiene estrategia, ha sido torpe una y otra vez, se dan con la misma piedra en los dientes, esa no es responsabilidad del Presidente Ortega. Asesores políticos de la misma oposición han admitido públicamente que el fracaso estrepitoso de sus asesorados para consumar una alianza que permita presentar un candidato único para derrotar al Secretario General del FSLN, proviene de la entrañas de esos grupos delirantes.

Ortega ha fortalecido una alianza política con varios partidos y organizaciones civiles, incluso, su visión estratégica lo ha llevado a sumar y no a restar, todo lo contrario de lo que practica esa oposición diezmada cuyo fracaso el 7 de noviembre es la “Crónica de una muerte anunciada” como lleva por título uno de los libros más famosos y leídos de Gabriel García Márquez (GABO).

Si por alguna circunstancia fortuita, impensada e inesperada, el FSLN no encabezara la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, que ha sido hasta la fecha otro acierto político del dirigente sandinista, hay organizaciones dentro de la misma coalición habilitadas para asumir ese rol. El Partido Unidad Cristiana (PUC) por ejemplo, liderado por el pastor evangélico Daniel Ortega Reyes, que ha acompañado por más de una década al gobierno y a su Jefe de Estado.

Dentro de la Alianza Unida Nicaragua Triunfa no hay golpes bajos, ni desacreditaciones o insultos, porque sus integrantes están están cohesionados alrededor de un solo proyecto que ha resultado exitoso en la media que ha cumplido con las expectativas de las grandes mayorías. Nos referimos a los innumerables programas sociales destinados al bienestar de la población, agua potable, tendido eléctrico, salud y educación gratuita. Acceso a poblados por carreteras asfaltadas que fueron marginados por décadas, destinos turísticos para la recreación de las familias.

El pueblo lo sabe y no se equivoca. El Comandante Ortega ha sido un dirigente pertinaz, estratégico y calculador, herramientas políticas con las que ha logrado consolidar un partido, una alianza y un gobierno cuyas estructuras se mantienen firmes como las bases que sostienen el primer puente a tres niveles de Nicaragua mejor conocido como el Paso a Desnivel de las Piedrecitas. Moderna edificación que fue entregada a los nicaragüenses y capitalinos tan solo unos meses después del intento golpista fallido.